2.6.- Empático y estúpido heroísmo

¿Qué sería de aquel pequeño infante que quedó a merced de la noche, tras haberlo salvado y colocado en ese claro cerca de la carretera? No pude dormir dando vueltas y vueltas a esa pregunta. Discretamente había sintonizado canales de noticias locales, nacionales e internacionales, pero ninguno hasta el momento decía nada acerca de tan aparatoso accidente.

En las redes sociales aparecían algunos percances carreteros, pero nada que pudiese ser siquiera la décima parte de aquel en el que fui testigo presencial. Al parecer entonces habría que esperar que dijesen algo cualquiera de los medios a mi alcance.

Fue entonces que recordé el enorme manual con las leyes, reglamentos, normas y lineamientos que como Predicador debía de observar, respetar y seguir. Con toda calma desmenucé uno a una de las palabras, enunciados, párrafos que iba leyendo. Poco a poco me di cuenta de la enorme responsabilidad, los inmensos deberes y por qué no, los "jugosos" beneficios que tenía en ese nuevo nivel y responsabilidad.

Estaba a punto de conciliar el sueño cuando algo en mi lectura llamó fuertemente mi atención: -"...será entonces que el Predicador podrá invocar con su icosaedro cualquier momento pasado, presente o futuro, siempre y cuando no exista intervención de manera directa o indirecta en el curso natural de los acontecimientos."- Mi mente volcó de inmediato trayéndome la imagen de ese cajón en donde estaba el icosaedron bajo llave, reviví cada instante de esa experiencia tan fuerte, la idea de saber con plena certeza qué pasaba y dónde estaba el pequeño sobreviviente, se apoderó por completo de mi.

Muy temprano, antes de que nadie más se levantase bajé sigilosamente las escaleras para ir al estudio, sacar el poliedro de cristal y otear en el pasado y presente para saber más información y el paradero de el bebé.

Tratando de ser lo más silencioso posible, abrí con todo cuidado el cajón de mi escritorio; tomé con sumo cuidado la cajita de madera laqueada y tras colocarla frente a mi comenzó a abrirse como por arte de magia con toda parsimonia. Ya abierta, saqué el flamante icosaedron y procedí a seguir el ritual de siempre, solo que ahora tenía que tomarlo con las palmas de las manos y girarlo un poco verticalmente a la izquierda (para atrasar el tiempo) o a la derecha (para adelantar el tiempo).

Para poder escoger el lugar geográfico, era necesario inclinar un poco hacia adelante y atrás el poliedro y con eso procedía a moverse a una escena correspondiente a ese lugar, una vez que estaba delimitado el tiempo. Torpemente moví el aparato hasta llegar a ese momento posterior a que fui prácticamente abducido por Átropos cual marioneta inerte.

El pequeño estaba llorando. A lo lejos ya se escuchaba el sonido característico de una sirena de un vehículo de la policía que pronto estuvo en el lugar de los hechos. El oficial que descendió se quedó impresionado al ver la dantesca escena que tenía frente a él. Utilizando su radio procedió a solicitar servicios forenses, servicios de bomberos y tras escuchar el llorar de la indefensa criatura, servicios médicos.

Bastaron solamente quince minutos para que la conflagración y el tráfico estuviesen nuevamente bajo control. Los servicios médicos atendieron al bebé mientras que en bolsas de plástico opaco de un gris muy obscuro, fueron colocados los cadáveres de papá, mamá y el infame ebrio que lo causó todo. Agazapado en un lugar cercano atestigüé cada movimiento, procurando pasar completamente inadvertido. Una vez que terminó todo, me acerqué al sitio del impacto y a donde había dejado al pequeño. Salvo pedazos de plástico y marcas de neumático en el asfalto, todo parecía haber quedado como si nada hubiera sucedido.

Deshice el contacto con el icosaedron y así de pronto más rápido que un parpadeo, regresé a mi estudio justo unos segundos después de haberme "ido". Coloqué el icosaedron en su lugar y la cajita se cerró lentamente. La coloqué bajo llave y tras dejar todo como estaba, di media vuelta para tomar hacia la puerta de mi estudio, para darme cuenta que mis dos felinos me observaban como "mudos" testigos de lo que había hecho.

Les saludé amablemente y cuál sería mi sorpresa que ellos me cedieron el paso como si entendiesen por completo mi solicitud y protocolo. Salí de mi estudio, subí las escaleras y ellos me siguieron cautelosos y curiosos como suelen ser. Me retiré las pantuflas y me acosté al lado de ella, para que entonces ambos mininos se acurrucasen tiernamente uno a cada lado de mi cabeza. El ronroneo me ayudó a conciliar el sueño y su calorcito a mitigar el frío que en ese momento había en la habitación.

Fue el sonido del televisor el que me despertó poco antes de que sonara mi despertador. Era mi esposa que había sintonizado el televisor. En notó que estaba despierto, de inmediato me preguntó: -"¿Supiste lo del accidente en la carretera? ¡Fue espantoso!"-. Le pedí que subiese un poco el volumen para poder escuchar mejor al apasionado locutor que narraba con voz de asombro e ira los hechos.

-"...este es otro caso más de negligencia por parte de un conductor ebrio, que encontró la muerte también terminó asesinando a una joven pareja-" Era oficial. Ahí estaba el resultado de mis decisiones, pero a diferencia de las ocasiones anteriores se mostraban a todo público por televisión local. -"...por fortuna personal de la cruz roja pudo rescatar y dar en custodia a las autoridades correspondientes al pequeño y único sobreviviente de este aparatoso accidente."- Agregó éste y mi corazón y mi alma descansaban en relativa calma.


Todo iba perfecto hasta que una dama que acompañaba al reportero y comentarista principal del noticiero, mencionó: -"...afortunadamente se tiene un video que una cámara de seguridad, en donde claramente captó lo que parece ser un transeúnte anónimo que rescató a tiempo a la criatura de haber muerto calcinada en el interior del vehículo."-. ¡In tutta la mamma! Nunca me percaté de esa cámara. En ese momento vi claramente en mi mente como Átropos me veía con esos ojos penetrantes como un par de cuchillos, mientras con su atronadora y tétrica voz me decía: -"¡Se lo advertí! ¿Ve lo que su imprudente acto ocasionó?"-.

Quien rompió mi trance fue mi hijo que con voz alta me preguntaba: -"¿Te sientes bien papá?"- para luego agregar -"te noto muy pálido."- Mamá e hijo se me quedaron viendo fijamente y muy maternal mi esposa puso su mano en la frente para tomarme la temperatura. -"¡Estás helado!"- Fue el grito de ella. Pronto les dije que no se preocupasen pues yo me sentía perfectamente bien en ese instante. Poniendo atención nuevamente a la televisión, la cosa no hizo sino empeorar. En ese instante la locutora mencionaba que -"...aquí se puede ver con más detalle a la misma persona que salvó el pequeño bebé, regresando al lugar del siniestro después de que las autoridades y servicios médicos abandonaran la escena."- Petrificado pude verme claramente en el monitor que tenía enfrente. Quise distraer la atención de mi esposa e hijo, pero fue demasiado tarde: -"¡Eres tú!"- gritaron los dos al unísono.

Ruborizado, helado, a punto del desmayo no sabía cómo reaccionar. Mamá preguntó de inmediato: -"¿Qué hacías a esas horas y en esa carretera?"- mientras que mi hijo me abrazaba y decía: -"Qué valiente eres"-. Acaricié la rubia cabellera de mi hijo para entonces tomar ánimos e ingenio para poder responder a Mamma Leonny que me observaba con ojos de pistola: -"...en las redes sociales salió el reporte del choque y me apresté a ayudar, pues sucedió aquí cerca. Escuché el primer estruendo (ha de haber sido el momento del choque) e instintivamente salí en el carro a auxiliarlos."- Aún con un aspecto dubitativa pero mostrando una faz menos agresiva, me dio un beso y entre ambos (medre e hijo) me obsequiaron un abrazo grupal.

De inmediato les solicité que por favor no se comentase nada del asunto, para evitar cualquier solicitud por parte de las autoridades para pasar a declarar. Tras ponernos de acuerdo comenzamos con nuestra rutina de ese día.

Mientras realizaba mis abluciones matutinas, con toda discreción revisé los encabezados y secciones locales de varios periódicos, me cercioré que la noticia no hubiese sido divulgada por alguna otra televisora o estación de radio y para mi regocijo parecía como si nadie más se hubiese percatado del accidente. De inmediato una duda se apoderó de mi mente: ¿Sería acaso que Átropos y/o las Entidades intervinieron para deshacer el enorme desaguisado que había armado con mi acto de empático heroísmo? La respuesta llegó por si sola en el siguiente mensaje que entró vía mi teléfono celular: -"Todo está arregaldo. No tiene nada de qué preocuparse."- La amable Cloto era la remitente de esas palabras que fueron un bálsamo para mi cerebro.

Convivimos todo ese día y ya en casa de regreso, cansados y preparados para cenar algo ligero, mi teléfono celular sonó avisándome de un nuevo mensaje: -"Le recomiendo que lea el último capítulo del documento que le compartió Cloto. Ahí mencionamos cómo detener por completo los acontecimientos en un instante espacio temporal y así pasar por desapercibido."- Átropos mi mentora y casi ama y señora firmaba ese mensaje.

Aprovechando que pronto mi familia y yo pasamos a dormir, leí con detalle y atención todo lo que en ese último capítulo. Tonto de mi. La solución era tan sencilla que no la recordé al momento de simplemente ir a salvar al indefenso bebé. Todo consistía en colocar en alto el icosaedron y simplemente tocar dos caras de la base con mis pulgares para que todo a mi derredor se detuviese, dejándome "campo libre" para realizar cuantos cambios yo quisiera en ese instante espacio temporal.

Terminé mi lectura y simplemente apagué mi celular así como la lámpara de lectura que está en mi buró, para entregarme a los brazos de Morfeo. Mañana sería otro día.

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