2.1.- El recuento

No supe ni cómo ni en qué momento, pero repentinamente me encontraba justo fuera de la enorme reja de hierro forjado de la casa. Sin pensarlo mucho tiempo entré y procedí a ingresar a mi oficina. Tomé de la vitrina la licorera que tenía el Amaretto y una copa de cristal "ex profeso". Me serví una ración poco generosa y sentándome en mi elegante sillón de cuero copa en mano, me quedé un buen rato mirando fijamente hacia la puerta de esa maravillosa habitación.

Poco después se presentó Abaddon trayendo lo que parecía ser una cajita para guardar joyería. Era de un hermoso color negro y estaba decorada con esmaltes, piedras y maderas preciosas. Sin decir mucho, como es usual en él, me acercó la cajita y poniéndome de pie, la tomé con mis dos manos y agradecí sus siempre diligentes y atentos servicios.

Esperé a que Abaddon saliese y una vez fuera, entraron los pequeños gatitos que sin pedir permiso, saltaron encima del enorme y pesado escritorio de madera. ¡Qué bellos eran todos y cada uno de ellos! ¿Tendrían nombre? No lo se y creo que nadie había reparado en ello, pues no tenían colgado al cuello ningún distintivo y es bien sabido que, sus majestades imperiales los gatos, no vienen cuando uno les llama.

Parecían ser todos de la misma camada. Como es común con las mamás felinas, todos los ellos eran de colores, tonalidades y pelajes distintos. El más gordo y grande era lo que se conoce como un gato ruso de pelaje azul. De un hermoso color gris azulado y ojos azul verdoso, parecía ser quien lideraba a sus otros hermanitos. Le seguía en tamaño una gatita hermosa de color carey. ¿Por qué supe que era gatita y no gatito? Pues por que cuando un felino tiene tres colores de pelaje, la probabilidad de que se trate de una hembra es altísima.

Estaba posteriormente un bello gatito color naranja y blanco americano de pelo corto que parecía que comía bastante bien, pues su prominente barriguita era bastante notoria incluso cuando caminaba. El más travieso de todos era un bellísimo y peludísimo ragamuffin. El color de su pelaje iba desde un café tan obscuro que parecía negro, que poblaba sus orejas y una sección de su rostro que parecía un antifaz, pasando por distintos tonos de café y gris hasta llegar aun níveo e inmaculado color blanco en lo que parecían un par de guanteletes y botines, así como en su poblado peto y ese hermoso collar o más bien estola al rededor de su cuello.

Tan encantadora visita de los gatitos (o más bien los benevolentes patrones) me hicieron más llevadero el momento. Sin decir nada se acurrucaron en el escritorio dejándome una considerable superficie del escritorio para poder trabajar. Posé la cajita delante de mi y la abrí con calma. En ella se encontraban lo que parecían ser muchas cartas. ¿Correo? ¿Para mí? Tomé la de más arriba notando que no tenía remitente. Solo el destinatario: Yo. Maniobrando un abrecartas que hasta entonces vivía dentro del cajón central más cercano a mi barriga, procedí a sacar el contenido.

Era un papel que había sido elaborado con los mismos materiales del sobre. No era cualquier papel, sino que más bien parecía ese que le llamaban "papel tela americano" en los lejanos años setenta. Perfectamente doblada siguiendo los viejos cánones, parecía que la escritura había sido elaborada con tinta china y canutillo. Poco a poco procedí a desdoblarla y pronto tenía ante mi la misiva mas hermosa en apariencia que hubiese visto.

Leí la fecha, muy reciente por cierto (de hacía apenas dos días) y procedí entonces a la lectura del contenido:

-"Emisario:

Esperando que se encuentre perfectamente de saludo y disfrutando de las bondades de su nuevo puesto, le comunicamos por este medio que, tras haber demostrado habilidades sobresalientes en el manejo del icosaedrón que van más allá de cualquier emisario, hemos decidido nominarle para el puesto de Predicador.

El proceso de aprobación está ahora en manos de Las Tres Entidades, por lo que cuando llegue el momento, se le informará por este medio cuál es el veredicto"-.

Posterior a eso, solo las formalidades (y muchas) con las que alguien muy correcto se despide en una carta y a modo de firma, solo un símbolo que se parecía muchísimo a una Swastika o Cruz Gammadion. ¿Quién enviaba esta misiva? ¿Quiénes eran Las Tres Entidades?

No tenía mucho tiempo, pues había aún muchos asuntos por revisar, además de las no menos de veinte cartas que me había entregado Abaddon. Una tras otra y de manera diligente fui revisando cada carta tomando nota mental de todo cuanto de ellas iba asimilando y aprendiendo. Al llegar a la última, me dí cuenta que en el umbral estaba de pie, erguida y mirándome fíjamente Átropos, mi mentora.

Me puse de pié casi en un salto y con mi rostro lleno de asombro solo pude decirle: -"Bienvenida. Pase por favor. Una disculpa. No sabía que Usted se encontraba ahí."-. Levantó su huesuda mano derecha en ademán para que me detuviese, para luego decirme: -"No ha sido mucho tiempo el que he estado aquí. Además para mi el tiempo no tiene una razón de ser. Solamente le veía trabajar."- Platicando y acercándose a mi escritorio, procedí a salir de mi sitio detrás del escritorio para intentar encontrarme con ella, pero con otro ademán de su huesudo apéndice me detuve en seco. -"Pierda cuidado. No vine a interrumpirle. Solamente deseo saber si todo está bien con Usted y si es que requiere algo de mi."- ¿Algo de ella? Eso era inusual.

Agradecí con mucha amabilidad y reverencia su ofrecimiento, declinándolo lo más abablemente posible. Fue entonces que sin más rodeos fue directo "al grano": -"Vi su "tierna" demostración de empatía hacia con su última decisión. Debo admitir que quedé impresionada por la manera en la que resolvió Usted el caso."-. 

Fue entonces que ese acontecimiento de hacía solo unas horas volvió a mi mente cual si le hubiesen dejado caer desde lo alto un montón de metal pesado, haciendo un tremendo estruendo. -"Me encantaría agregar que casos como este no le serán ajenos ni pocos. Noté que esa dama era conocida de Usted y al parecer esto le afectó."- Ella, impadsible. Yo con la mirada hacia el piso simplemente asentí con la cabeza como un niño regañado. -"No se sienta mal. Míreme a la cara por favor. No fue incorrecto su proceder, muy al contrario. Quiero que sepa que fui gratamente sorprendida."-. Sonreí. Mi cara delataba júbilo, sorpresa y timidez. Pude sentir ese calorcillo o "bochorno" de cuando a uno se sonroja.

Tras un breve silencio y comenzando a girar toda ella para salir de mi oficina, terminó diciendo: -"Como ya habrá leído, estamos analizando el que Usted pronto deje de ser solo un Emisario para convertirse en un Predicador. Felicidades."- Fue entonces que pregunté de manera apresurada: -"¿Las Tres Entidades? ¿Es acaso Usted una de esas Tres Entidades?"-. Su respuesta fue un rotundo, tajante y breve: -"Sí"-. Terminando de dar la media vuelta, para salir tan sigilosamente como había entrado llevándose tras de si a los cuatro felinos que muy atentos habían atestiguado tan singular diálogo.

Todo aclarado. Ya no tenía duda. Mi proceder había sido, en palabras de mi maestra, el mejor.

Repentinamente como llegué, así de pronto ya estaba en el proceso de despertar. Por la posición en la que quedé profundamente dormido desperté con dolores en varias articulaciones, pero al intentar mover mi mano derecha, noté que había traído conmigo una de las cartas. Era la primera de todas en la que se me decía que Las Tres Entidades estaban revisando mi posible paso de Emisario a Predicador. -"¡Qué meteórica carrera!"- Me dije a mi mismo en tono sarcástico.

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