2.2.- En el cuarto de baño

Con sumo cuidado coloqué la carta en el lado más profundo del cajón en donde guardaba el icosaedron, cerré con llave y salí del estudio para tomar la escalera que sube a los dormitorios.

Apenas llegué al umbral de la puerta, mi esposa estaba saliendo para despertar a mi hijo, realizar sus abluciones matutinas y bajar a la cocina para prepararle su licuado. -"No sentí ni a qué hora despertaste"-. Ese fue su "buenos días". Expliqué que tuve insomnio y que aprovechando que no podía dormir, me había puesto a realizar actividades laborales. -"Hace ya meses que estás muy insomne."- me replicó. Cierto. Ya eran muchas las ocasiones en las que el "insomnio" me había apartado del lecho. Simplemente asentí y fingí quedar pensativo. Necesitaba cambiar gradualmente mis hábitos para con el icosaedron.

Aún pensativo por ese ataque de empatía y por la carta que me hizo llegar Abaddon traté de concentrarme en mis quehaceres de ese día. He de admitir y confesar que me sentía con ese júbilo del niño al que se le ha hecho la promesa de un obsequio, pero también con ese sentimiento de cuando el obsequio está condicionado por la decisión que deberán tomar personas ajenas a él.

En la oficina todo me distraía. El abrir de una puerta, el sonido de la impresora, los "dings", "dongs" y chiflidos que ahora producen los equipos móviles para indicar que llegó un mensaje, el alejarse o acercarse de una silla, el aroma de la loción o perfume de alguien. No podía más. Para evitar cometer un serio error, procedí a dejar de lado mi puesto para, con el pretexto de rellenar mi taza de café, caminar hacia la cocineta del piso de arriba y de paso mojarme la cara para ver si así era posible retomar mi concentración.

La cocineta estaba casi llena, pues estaban celebrando el cumpleaños de un compañero. La zona de cafeteras casi escueta, me permitió rellenar mi taza, adicionar el azúcar y el sustituto de crema para dejarlo como a mi me gusta. A sabiendas de que esas cafeteras dejan endemoniadamente caliente el café, procedí a colocarlo en lo que todos le llamamos "la zona de enfriamiento" para en vía de mientras, ingresar al cuarto de baño para mojarme la cara.

Sin prisa pero sin pausa entré al inmenso cuarto de baño que en ese momento se encontraba desierto. Las luces se encendieron automáticamente recién entré y aproveché entonces para realizar ciertas funciones fisiológicas, para posteriormente lavar mis manos y mojarme la cara. Mal llegué al borde del lavamanos cuando repentinamente se apagaron las luces de todo el baño.

-"El sensor de movimiento"-, pensé. Pero por más que me moví o hice visajes, no encendió la luz. -"Un apagón"- me dije a mi mismo. Pero por ese portillo que se hace entre la puerta y el suelo, alcancé a distinguir que no había apagón. ¿Un fusible? Tal vez. Estaba en esa ociosa actividad deductiva cuando repentinamente el espejo que estaba delante de mi, comenzó a visualizar una imagen, como si fuese una enorme pantalla plana.

Átropos y otras dos entidades aún para mi desconocidas estaban del otro lado de la pantalla. Como un acto reflejo, voltee hacia todos lados para cerciorarme que no hubiese nadie más en el baño. Posteriormente intenté ir rápido a la puerta para poner el cerrojo, pero fue entonces que Átropos me interrumpió diciendo: -"No hace falta que tome esas precauciones. Nosotros ya lo hicimos por Usted. Nadie le molestará ni le extrañará en no menos de dos horas."-

Más tranquilo, me propuse entonces a poner atención e intentar identificar o averiguar quienes serían los otros dos acompañantes de Átropos. -"Aquí estamos Las Tres Entidades. No hace falta más presentación en este momento"- se adelantó Átropos. -"Hemos determinado que Usted ha hecho los méritos más que suficientes para pasar ejercer como Predicador."- Quedé atónito ante aquellas palabras por dos razones: La primera por que ahora tenía toda la certeza que Átropos, y muy posiblemente las otras dos entidades también, tenían la capacidad de leer mi mente y conocer mis intenciones y posibles movimientos a corto, mediano y largo plazo; la segunda, por que en un lapso muy corto de tiempo parecía que había llegado a un segundo nivel en esa jerarquía de Las Moiras.

-"Le espero en La Casa este sábado por la noche. No olvide por favor la carta, la que por cierto no debió de haber llevado a casa y también lleve su icosaedron."- ¡Madres! En todo estaba mi mentora y maestra. -"En esa sesión Usted será investido como Predicador, se le explicarán sus nuevas responsabilidades y tendrá el honor de conocer a las otras dos Entidades. Le sugiero que acuda con la mente abierta. ¿Tiene Usted alguna duda hasta este momento?"- Abriendo mucho los ojos y negando levemente con mi cabeza, proferí un casi silencioso "No". -"Le esperamos entonces. Que tenga un excelente día y Felicidades."-. Se desvaneció la imagen y tan pronto como desapareció cualquier atisbo de ésta, se encendieron las luces del baño y todo pareció estar como si nada hubiese ocurrido.

Calmado, cabizbajo y muy pensativo abrí la puerta del sanitario, sin fijarme que en la mano izquierda traía un papel secante para las manos. Entré a la zona de cocineta y tomé mi taza con mi mano derecha, para inmediatamente ir a las escaleras. Utilizando la mano izquierda que tenía aún el papel secante, me tomé de la baranda para bajar uno a uno de esos escalones. Caminé unos pasos para abrir la puerta de la zona de oficinas y en "piloto automático" llegué a mi lugar.

El sonido del teléfono me hizo salir de mi profundo trance. Coloqué mi taza encima del "mouse pad" de mi escritorio y tras tomar asiento, levanté el auricular y comencé con esa llamada. Era un atolondrado que se había equivocado de número telefónico quien tras disculparse, cortó la llamada. Coloqué de nuevo el auricular en su cuna y simplemente me recargué por completo en mi sillón. ¿Qué tenía que hacer el sábado? Me incorporé tan rápido como pude y revisando en mi equipo portátil, me dí cuenta que no había nada que hacer después de las ocho de la noche. ¿Qué diría en casa para poder salir a altas horas de la noche?

Como si alguien hubiese tomado esas precauciones por mi, mi esposa me comunicó vía mensaje que el sábado por la noche en cuestión tenía una reunión para festejar el cumpleaños de una amiga. ¡Qué bien! Ahora quedaba el qué hacer con mi hijo. La respuesta a mi pregunta vino en el siguiente mensaje: -"Invitan al "peque" a dormir a casa de su mejor amigo. ¿Aceptamos?"- Casi grité un rotundo "Sí". En mensajes posteriores arreglamos detalles de todo ello. El panorama ya no era tan obscuro, por lo que entonces agendé la visita a la casa de Átropos en la aplicación "ex profeso" de mi teléfono móvil y como nota adicional, anoté el comprar y llevar alimento en lata para los mininos.

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