2.9.- La primera Entidad

Aún trastocado por ese viaje a mi lejano pasado, sentado, viendo hacia la nada y aún con el icosaedrón en las manos, sentí como uno de los mininos de casa caminaba entre mis piernas reclamando cariño.

Asombrado y admito algo asustado pues en mi ausencia de conciencia pude haber dejado caer el icosaedrón al piso, procedí a colocarlo cuidadosamente en su caja para tomar en mis brazos al cuadrúpedo para acariciarle por un rato. Qué suave pelaje y qué tranquilizador resultó ser el poder acariciarle. Su felina majestad reclamó su derecho a poner límite a mis caricias y con un ademán bastante conocido exigió ir al piso. Con cuidado lo puse sobre el suelo para volver entonces a mis pensamientos.

Minutos después de recomenzar con mis cavilaciones noté que mi poliedro de cristal no había cerrado su caja como era costumbre. Más aún, ahora mostraba un ligero brillo muy blanco en el centro. Lo volví a tomar entre mis manos para repentinamente sentir esa sensación, ahora muy familiar para mi, de cuando era arrebatado de mi momento espacio temporal.

Sinceramente esperaba "aterrizar" en la enorme casa delante de Átropos, pero en esa ocasión me encontraba en un lugar muy distinto: No había paredes, techo y lo que más me sorprendió es que no había un suelo o piso. El blanco era el color predominante en ese lugar, pero también había algunos objetos que eran de color gris claro. Todo era limpieza y orden.

Sólo, sin nadie al rededor y con esa nueva y muy extraña sensación de mareo al no tener paredes, suelo y techo, decidí comenzar a caminar hacia donde fuese. Para mi sorpresa sí me desplacé al mismo ritmo y velocidad que como lo hacía siempre, pero no había sonido alguno de mis pasos aunque la sensación de sentir un suelo o piso bajo mis pies sí estaba presente.

Teniendo ya muy cerca esa mesita en la que se apoyaba la vasija de alabastro, alargué mis brazos para intentar tomarla. A solo un par de centímetros de el singular envase escuché un seco, suave pero sí muy imperativo -"Deténgase"-. Giré poco a poco todo mi cuerpo para poder mirar quién había interrumpido mi intento por tomar la vasija. Mi asombro fue total.

Cubierto (o cubierta) por una enorme túnica blanca casi brillante, prácticamente flotando y solo a tres metros de mi, se encontraba esa enorme figura que ya había visto antes. Sí. Era una de las dos Entidades que acompañaban a Átropos el día en que fui nombrado Predicador. 

La cortesía y educación dictaban contestarle y saludarle de mano, pero decidí simplemente saludarle con un -"¿buenos días?"-. Sin dejarme ver su rostro con voz calmada me respondió con un: -"Te esperaba desde hace días"-. ¿Desde hace días? ¿Por qué Cloto no me lo había informado? -"No te sientas mal. Al final era necesario que pasaras por varias experiencias para que yo misma te hiciese venir."- ¿"Yo misma" había dicho? Entonces se asumía mujer. Una mujer más en el asombroso y muy selecto círculo.

-"El motivo principal por el que estás aquí es para que me conozcas y para que empieces a familiarizarte más con aquello que Ustedes le llaman El Cielo."- ¿El Cielo? ¿Existía entonces eso que se se le llama El Cielo o El Paraíso? -"No deseo perturbar tu sólida creencia de la no existencia de un lugar a donde van quienes mueren y han sido buenos en la vida"- agregó, -"pero para tu sorpresa yo existo y simplemente no soy ni por asomo lo que Ustedes piensan que soy o estúpidamente afirman que soy."-

Dicho esto último, destapó su rostro para dejarme ver un maravilloso rostro femenino, así como también dejar suelta una hermosa cabellera plateada que caía por sus hombros y parecía alcanzar hasta la mitad de su espalda.

-"Siéntate por favor"- me indicó. Busqué con la vista a mi alrededor y entonces pude ver un par de taburetes que no había visto segundos antes. Sin darle la espalda y sin quitar la mirada de ella, me senté, mientras que ella hacía lo propio en el taburete que quedaba justo delante de mi.

-"¿Te asusté?"- me pregunto. -"No. Mas bien como Usted decía, yo tenía la estúpida idea de que sería un viejecito de laga barba blanca y no una mujer joven."- Con su mirada penetrante y con una sonrisa algo burlona me replico: -"No me hables así. Puedes platicar conmigo con la misma familiaridad, respeto y confianza como lo hago yo contigo."-. Asentí con mi cabeza y fue entonces que comenzó una plática bastante ilustrativa.

En esa plática me explicaba qué era realmente eso que llamábamos el cielo. Me mencionó algo que se llamaba "La Ausencia de Muerte" y que al final todos los seres que poblábamos el "cosmos" no éramos mas que un ligero incidente en ese continuo perfecto en el interminable entramado de los sucesos y variables.

Su voz era hermosa y realmente me hacía sentir tranquilo. ¿Era ese sentimiento al que algunos llamaban Paz Interior? Estuvimos conversando por mucho tiempo y en esa plática me dejó claro que ahora estaba por comenzar lo que sería la preparación hacia un nuevo nivel. ¿Un nuevo nivel? Había sido nombrado Emisario y ahora era Predicador. ¿Qué seguía? No quise preguntar.

-"Como lo habrás notado, te haz convertido en algo o alguien que tiene en sus manos una muy pesada carga en forma de decisión. El poder dictaminar quién muere y quién vive no es algo que pueda dejarse a la ligera."- El discurso siguió por mucho tiempo. En esa perora prácticamente me estaban haciendo ver como la piedra angular, el fulcro, el eje sobre el que giraba todo ese continuo espacio temporal que involucraba a los Seres Humanos y a los no tanto.

Asimilé cada palabra. Escuché y puse atención en cada gesto, mueca, ademán y pose que ella realizó durante todo su discurso. Era realmente fascinante cómo ahora todo tomaba una verdadera razón de ser. En una pausa larga en la que ella dejó de hablar le pregunté: -"¿Entonces quién soy yo o qué soy yo?"-. Mirándome fijamente me tomó de los hombros y con su voz algo menos amable me indicó: -"Esa respuesta llegará a a su tiempo"-.

Quedamos sentados por un rato más y sin aviso previo, se levantó tan ágil y súbitamente que me hizo imitarla tan pronto como fuese posible. -"Es hora de que regreses. ¿Tienes alguna duda o pregunta que quieras hacerme?"- Tomando valor y ánimos le pregunte: -"¿Cómo debo nombrarte: Dios o Diosa?"- Tras una sonora pero muy sabrosa carcajada me respondió casi maternalmente: -"Tú dime como quieras."-

En cuanto hice el ademán de despedida, la sensación de sentirme dentro de ese torbellino espacio temporal que me depositó de nuevo a donde todo había comenzado. Deposité mi icosaedrón en su caja y éste cerró la cubierta para quedar nuevamente sellado. Puse la caja en el cajón correspondiente, cerré este último con llave y me quedé un rato más sentado mirando hacia el "infinito".


Como en un juego de Tetris muchas cosas comenzaron a acomodarse en mi mente. De pronto todo empezaba a tener más sentido. Pero aún faltaban por acomodar otras piezas para tener todo el escenario completo. Al parecer solo sería cosa de tiempo para que la segunda Entidad me "invitase" a sus dominios. Mal que bien ya sabía algo que nadie más sabía con plena certeza: Dios es Mujer.